Setenta y siete (12/10/2022)

El 17 de octubre de 1945 vendría a ser algo así como el día cero del peronismo:  antes el peronismo no existía, después sí.   Como todas las efemérides provoca esa ambivalencia de condensar los procesos y de al mismo tiempo diluirlos, dejarlos ahí como hitos, como si la historia fuera una sucesión de explosiones inesperadas e inexplicables. Pero no.

De cualquier forma, no vamos a intentar en esta nota meternos en un análisis histórico de aquel acontecimiento que por cierto no fue generado por el peronismo pero que sirvió para generarlo, para darle un documento de identidad, para presentarlo ante la historia y construirle un mito fundador que sirviera todo este tiempo y habrá que ver cuánto más.

Lo que es seguro es que lo de la lealtad vino después – que primero fue el 17 de octubre y después vino el nombre – y que sirvió no sólo como marquesina para el hecho histórico sino también como envoltorio para las muy diversas presentaciones que el producto peronismo tuvo a lo largo de su larga historia.

Un capitalismo simpático

“Estamos nosotros y ellos, el peronismo y el antiperonismo, hace setenta años. Esto es irreconciliable.” Dady Brieva – 2020

A pesar de sus pretensiones, el peronismo no es un producto original argentino.  La historia del capitalismo mundial está llena de estos intentos de ponerle parches al sistema capitalista, de hacerlo más digerible proclamando mejoras en la distribución de la renta. La intervención estatal en la economía y el nacionalismo en los países periféricos – otras banderas peronistas – tampoco eran productos demasiado originales en la década del cuarenta.

Repitiendo más o menos – y no siempre con demasiada convicción – esos mantras peronistas, esta corriente política logró ser demasiadas cosas: fue Perón y Evita, el General Valle y John William Cooke, Vandor y Rucci, los montoneros y la Triple A, Herminio Iglesias y Cafiero, Menem y Duhalde, Néstor y Cristina, Máximo y Pichetto, Alberto Fernández y Massa.  Pudo ser todo eso y mucho más para que en todo ese tiempo se pudiera hablar de fifty fifty, de salariazo y de economía social de mercado, de derrame, de capitalismo inclusivo, de volver a comer asado y de dar prioridad a los jubilados antes que a los bancos, slogans y más slogans que ya hacen parte de la historia.

Setenta y siete años es por cierto mucho tiempo y posiblemente muchos han olvidado todas estas transmutaciones de este experimento sociológico llamado peronismo.  Estamos hechos de olvido, dijo alguna vez Borges.

Pero fue así, entre tanto bamboleo ideológico, que llegamos a este presente en el que según Alejandro Horowicz estamos en viviendo el cuarto peronismo que es “un peronismo sin tarea histórica, simplemente se tiene que acomodar a los ajustes que impone el mercado mundial”.  O sea, un peronismo que es casi nada.

El locuaz Julio Bárbaro dejaba una definición todavía más llana y más cruel: hoy por hoy el peronismo es tan sólo “un recuerdo que da votos”

Tres actos

“Peronistas somos todos” – Juan domingo Perón – 1972

No es nuevo esto del peronismo dividido.

Así como ha servido para unificar, para construir un este lado y un otro lado, ha servido también para dar las batallas hacia adentro, en la que cada cual quiere conseguir el carnet del “verdadero” peronista.  Vale recordar – para no necesitar más ejemplos – aquella escena de la película “No habrá más penas ni olvido” en la que dos peronistas se enfrentan armas en mano y los dos gritan viva Perón justo un segundo antes de dispararse.

Sería exagerado decir que estas divisiones y estas luchas sólo reflejan solamente las peleas entre dirigentes para ver quién se queda con el paquete electoral y simbólico que se consigue con la marca peronismo, aunque esto las explica bastante, pero en las riñas que se suceden juega – y mucho – la contradicción ideológica que está en su base fundacional: el ser por un lado un partido que defiende el capitalismo y por el otro un partido que vende el sueño de terminar con las injusticias que provoca el mismo capitalismo. 

Por eso es fácil de explicar que lleguemos a hoy con tres actos tres (y eso sin contar la inauguración de Alberto Fernández en Cañuelas, que podría ser el cuarto).  La CGT organiza el suyo en Obras Sanitarias para ver cómo se ubican para conseguir cargos en el 2023, los movimientos sociales que adscriben al oficialismo se van a juntar en el club Deportivo Laferrere en La Matanza y van a hablar de unidad, aunque van a quejarse también de que los monopolios ganan mucha plata y de que eso no se ve del todo bien en un gobierno peronista.

El más importante será seguramente el que se realizará en Plaza de Mayo y que juntará a La Cámpora, al PJ bonaerense y a los camioneros de Pablo Moyano, que ya repiten aquello de restaurar el rol del Estado en el control y planificación de la economía, de la necesidad de articular con las organizaciones libres del pueblo, de conseguir la soberanía alimentaria y de garantizar que no haya más pobreza, todas consignas inevitables de la liturgia peronista.

En ninguno de los tres actos – cuatro si contamos la inauguración de Alberto Fernández – se analizarán los límites de esa liturgia, en ninguno se dirá nada sobre que es el capitalismo el que impide conseguir una sociedad sin pobreza y que así es ley que los monopolios se llenen los bolsillos, no habrá quién afirme que Massa no hablará nunca con “las organizaciones libres del pueblo” sino con los dueños del coloquio de Idea y que es de ingenuos esperar otra cosa, ningún discurso hará alusión a que incluso la que llaman la “década ganada” dejó un 30% de pobres y nadie se preguntará si es posible que haya soberanía alimentaria en un país cuyos campos son usados para cosechar dólares que irán a pagar deudas y a llenar los bolsillos de los grandes empresarios.

En ninguno de los tres actos (cuatro si contamos la inauguración del presidente) que celebrarán estos setenta y siete años, habrá quien mire a los ojos a los presentes y les diga – emulando al General – que la única verdad es la realidad y que por lo que se ve no parece que estemos yendo hacia ninguna independencia económica, ni a la justicia social, ni a la soberanía política. 

Que por lo visto esto de combatir al capital sin combatir al capital, alcanza por cierto para demasiado poco.

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3 Respuestas

  1. Miguel Angel Boasso dice:

    Muy bueno el artículo de 77.

  2. Luis dice:

    Buena crítica y puesta en foco.

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