La canción más linda del mundo
Ni siquiera sé si realmente pasó o si fue una mentira que alguien nos contó o que inventamos, pero nosotros nos entusiasmamos con el payaso cantor que tenía una novia y que cantaban juntos.
Cuentos, poesías, escritos breves y demases
Ni siquiera sé si realmente pasó o si fue una mentira que alguien nos contó o que inventamos, pero nosotros nos entusiasmamos con el payaso cantor que tenía una novia y que cantaban juntos.
Yo lo relojeo a ver si se estaba riendo y supongo que el Ciego se refiere a eso que repiten los forenses, eso de que los cadáveres te dan pistas. Pero no.
La señora china era lo más importante de la amistad de los tres amigos que nunca tuvieron un desacuerdo para concertar las noches de visita en las que iba cada quien.
La verdad es que cada vez más me cuesta pensarla tirada en la calle, desarticulada como una muñeca sobre el blanco y el gris de la senda peatonal o respirando el último aire en la soledad de la terapia intensiva, abandonada y sola.
A lo mejor la historia no empezó hasta ese momento en que terminó. A lo mejor fue ahí, en su desenlace, en ese exiguo momento de confusión y de balazos, cuando tuvo sentido preguntarse los por qué y los cómo.
Las cosas serán así -yo se lo digo y usted tiene que creerlo- y Cupido habrá sido reemplazado y su flecha será guiada por un chip y la felicidad será producida en serie en fábricas asépticas y amantes ideales esculpidos por computadoras de refulgentes lucecitas.
No le pareció para nada que lo esperara. La confusión y el desconcierto le parecieron tan reales como el que había sentido él mismo la tarde anterior, cuando había escuchado su voz en el teléfono saludándolo como si tal cosa.
Quien se haya detenido con el suficiente tiempo y la necesaria paciencia a mirar y mirar un triángulo, ya habrá descubierto esa inevitable tendencia a mudar de forma, a cambiar lenta pero rigurosamente la tensión de los ángulos y por ende la dimensión de los lados opuestos.
En la ruta uno nunca tiene problemas, es cuestión de seguir y seguir, pero después le aparece una curva como a mí y entonces es un problemón porque uno anda adormecido, aburrido, y parece que viene manejando el auto pero no.
Hay un choque de espadas bien arriba, allí a donde llegan los gigantescos saltos de las gigantes montas de los dos enamorados. Uno de gigantes para contarles a los mas chiquitos.
Ahora hay que limpiar el comedor que realmente parece un desván, cualquier cosa menos un comedor que uno espera que sea un lugar amplio como el que teníamos en casa cuando vivía el viejo.
El de pulover rojo respira el encierro que ahora se traduce en una puntada en las costillas, en residuos de dolor que le caminan por el vientre mientras gira para seguir de frente, ahora que el otro se mueve tan rápido y que golpea de nuevo desde arriba.
Entonces el puente para llegar al lado del osito que se rasca la panza pero cada vez plum! el osito que suelta la cuerda mientras gruñe y Kiki al agua, a nadar de vuelta medio arroyo un poco más molesto que mojado.
Antes le habría parecido una tontería como las que le reprochaba siempre a Mara, que se emocionaba hasta las lágrimas con los teleteatros de la tarde y vivía soñando que pasaban ángeles cada vez que todos se quedaban callados.
Esteban y Esteban. Un viejo cuento que cuenta dos historias o a lo mejor la misma, unidas nada más que por un grito.
¿Quién podía entender siquiera el principio del Principio Heyter? ¿Quién podía imaginarse el desarrollo helicoidal de las ondas temporales? Y ni que hablar, claro, del abismo del espacio tridimensional, frase que para colmo no dejaba de sonar algo impresionante.
Y entre el antes y el ahora un pedazo de vida, un pedazo de historia que alejan a Luki de Lucía, que las hace extrañas parecidas.
Los días recurrentes, repetidos, muriendo cada uno cuestaabajo en la montaña siempre inmóvil, quieta como ellos que esperan como estatuas en sus máquinas de muerte.
Juanjuana servirá como ejemplo solamente si lo dejamos completamente de lado, si logramos que se corra tan al costado de la historia, pero tan al costado, que no le haga acordar a nadie. Probemos.
Los 9 de julio son así, y no sé si podrías entenderlo, como un tiempo separado de las otras fechas, como una isla húmeda que parte de la niebla y que queda vagando hasta la noche
Ni siquiera sé si realmente pasó o si fue una mentira que alguien nos contó o que inventamos, pero nosotros nos entusiasmamos con el payaso cantor que tenía una novia y que cantaban juntos.
Yo lo relojeo a ver si se estaba riendo y supongo que el Ciego se refiere a eso que repiten los forenses, eso de que los cadáveres te dan pistas. Pero no.
La señora china era lo más importante de la amistad de los tres amigos que nunca tuvieron un desacuerdo para concertar las noches de visita en las que iba cada quien.
La verdad es que cada vez más me cuesta pensarla tirada en la calle, desarticulada como una muñeca sobre el blanco y el gris de la senda peatonal o respirando el último aire en la soledad de la terapia intensiva, abandonada y sola.
A lo mejor la historia no empezó hasta ese momento en que terminó. A lo mejor fue ahí, en su desenlace, en ese exiguo momento de confusión y de balazos, cuando tuvo sentido preguntarse los por qué y los cómo.
Las cosas serán así -yo se lo digo y usted tiene que creerlo- y Cupido habrá sido reemplazado y su flecha será guiada por un chip y la felicidad será producida en serie en fábricas asépticas y amantes ideales esculpidos por computadoras de refulgentes lucecitas.
No le pareció para nada que lo esperara. La confusión y el desconcierto le parecieron tan reales como el que había sentido él mismo la tarde anterior, cuando había escuchado su voz en el teléfono saludándolo como si tal cosa.
Quien se haya detenido con el suficiente tiempo y la necesaria paciencia a mirar y mirar un triángulo, ya habrá descubierto esa inevitable tendencia a mudar de forma, a cambiar lenta pero rigurosamente la tensión de los ángulos y por ende la dimensión de los lados opuestos.
En la ruta uno nunca tiene problemas, es cuestión de seguir y seguir, pero después le aparece una curva como a mí y entonces es un problemón porque uno anda adormecido, aburrido, y parece que viene manejando el auto pero no.
Hay un choque de espadas bien arriba, allí a donde llegan los gigantescos saltos de las gigantes montas de los dos enamorados. Uno de gigantes para contarles a los mas chiquitos.