Conspiradura

Desde que nos pusieron a todos en modo coronavirus, las teorías sobre las causas y las malas intenciones escondidas detrás de la pandemia se dispararon: ¿es toda esta historia una gran conspiración? ¿vivimos en un mundo de conspiradores?

Las hay de todos los tamaños y de todas las pretensiones.  Los autores pueden ser empresas o grupos de empresas que ganarán con esto mucha plata o bien son directamente adjudicadas a oscuras elites que viven en las sombras y buscan el dominio total, llamensé ellas Iluminatti, o establishment, o sionistas, o imperio o vaya a saber cómo.

Los conspiradores que asoman en las sospechas tienen objetivos diferentes y hasta a veces contradictorios.   Están los que buscan el exterminio de la humanidad o de parte de ella – por ejemplo de los viejos que cuestan mucho a la seguridad social – y están los que buscan controlar a la gente para que se quede en casa y no se movilice contra ellos.  Están los quieren llevar al mundo al comunismo y están los que planean llenarnos de chips y están también los armaron toda esta parafernalia con un virus que no existe, nada más que para distraernos mientras arman un nuevo orden mundial.

La aparición del virus también invita a imaginar explicaciones y certezas sobre su origen.  Eso de que somos carne de virus como cualquier animalito no alcanza a conformar a los que reclaman conspiraciones para todos y todas y entonces vociferan acá los que dicen que fue Bill Gates para favorecer a las farmacéuticas y gritan allá los que hablan de experimentos en laboratorios chinos para joder a los norteamericanos o de experimentos en laboratorios norteamericanos para arruinar a los chinos.

Lo cierto es que son muchos los que van de un video a otro en youtube, videos que les empiezan explicando que nadie quiere que sepamos la verdad y que por eso este video va a ser rápidamente censurado.

Porque esa es la primer justificación de cualquier teoría conspirativa que se precie: no quieren que lo sepas.

El mundo de la sospecha

El mundo del capitalismo es el-mundo-en-el-que-cada-cual-hace-lo-que-le-conviene aunque eso afecte al otro y eso lo convierte sin escalas en el-mundo-en-el-que-cada-cual-sospecha-del-otro.  Digamos que si se cree tan fácilmente en las conspiraciones es porque, bien mirado, el capitalismo es un sistema que estructura miles de conspiraciones.

 Esas conspiraciones toman muchas veces formas legales aceptadas socialmente: así puede que te suba el precio para ganar más plata o que te lo baje para desplazar al competidor del mercado, puede que sume tecnología para quedarme con parte del trabajo excedente que el burgués vecino le roba en buena ley a su trabajador o que te baje el sueldo para quedarme con más plusvalía o que me lleve la fábrica a un país en el que la mano de obra sea más barata o que te venda cosas que se rompan más rápido para poder vendértelas de nuevo.  Eso y muchos, muchísimos etcéteras, porque las formas de estas conspiracioncitas cotidianas son, digamos, infinitas.

Hay claro conspiraciones menos transparentes pero que también existen: invento – por ejemplo – que un país tiene armas peligrosísimas para voltearle el gobierno y así poner otro que haga negocios conmigo, te bombardeo para quedarme más barato con lo que era tuyo, te meto la deuda externa para que tengas que venir al pie, o a lo mejor te hago una campaña de prensa para que pierdas las elecciones.  Esas conspiraciones son de alguna manera extracapitalistas, aunque no tanto, porque ayudan a que la mano invisible del mercado golpee con un poco más de fuerza.

Son algo así como el lado B del funcionamiento del mercado

Conspiraciones con mayúsculas

Todas esas conspiraciones cotidianas son la sal del capitalismo, su alma verdadera. En un sentido lo explican, porque se trata de un mundo en el cada quien trata de hacer su mejor negocio que es ganar más trabajando menos, viviendo del trabajo del prójimo.   Fijate que llegar a ser un gran burgués es llegar a tener un jet privado y una isla en el Caribe mientras otros trabajan para que vos disfrutes y vayas a cobrar los dividendos.

Pero, todas estas conspiraciones cotidianas son conspiraciones con minúsculas. Las Conspiraciones – con C – son siempre explicaciones globales, totalizadoras, nada queda fuera de ellas.

Matrix podría ser el gran ejemplo: ahí tenés un mundo en el que nada es realmente lo que se ve, una mentira que nos mete bien adentro de una cueva en la que sólo vemos sombras.  Las religiones podrían ser otro ejemplo pero tienen otros condimentos que no viene al caso discutir acá.  El personaje de Nicolas Cage abriendo el microfilm en la escena final de La Roca – ese microfilm que guarda los grandes secretos del poder oculto norteamericano – y diciéndole a la chica de la película sabés quien mató a Kennedy?  La CIA planificando un atentado trucho como un mecanismo de relojería para poder atacar después a Irak o escondiéndote el área 51 para ocultarte vaya a saber uno qué cosas.  O la pandemia, inventada por una maquinaria capaz de hacerles creer a todos, que pasa lo que en verdad no pasa.

Fijate que en todas estas teorías conspirativas – estas a las que les pusimos mayúsculas – el capitalismo no cabe, son su negación: no hay competencia entre capitalistas ni contradicciones entre distintos poderosos, porque siempre hay un poder por sobre ellos que lo controla todo.  Lo que se imaginan es un mando unívoco e indiscutible que es capaz de mentirles a todos, que es capaz de arrastrarlos a todos en sus mentiras para que todos las repitan y las sostengan sin que nadie desafine.

A mí me parece que lo más importante de esos universos conspirativos es que en esa unicidad  desaparece el caos o que por lo menos si hay caos, ese caos está dentro de un orden mayor que lo justifica y lo convierte en subalterno. 

Yo creo que ese elemento es determinante, porque vistas así, las teorías conspirativas devienen tranquilizadoras, permiten explicar con sencillez un mundo que es en realidad desordenado e incontrolable, nos dejan pensar que más allá de las intenciones de los conspiradores – sean ellos Illuminatis, dioses, extraterrestres, o el omnipotente establishment – alguien tiene el control. 

Y nos queda entonces la ilusión de que algo está organizado en medio de la incertidumbre que se ve en los diarios. Y en la vida.

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