Mala copia

A veces las palabras y los gestos se caen, sencillamente. Después uno se arrepiente o no, se autocritica o se autoalaba, después, pero la cosa es que la palabra o el gesto se cayeron, rodaron cuando debían rodar, en el momento adecuado.
Si se pudiera mover una llave, una palanca, alguna cosa que hiciera que eso que los tiene contenidos, abollados en algún rincón del espacioso miedo, tan criminalmente desperdiciados. Pero no, a veces se caen, nunca se arrojan, nunca se decide que se les ha aceptado el habeas corpus, nunca se los envía a volar por propia voluntad.
Después uno se da cuenta. A lo mejor porque cosquillean, o porque tantas palabras y tantos gestos son una multitud insoportable, un peso demasiado inútil. Los trata de escupir, intenta vomitarlos en cualquier minuto o en cualquier vereda, y descubre que alguna misteriosa alquimia los ha modificado, los ha momificado, si se me permite el estéril juego de palabras.
Y entonces, entonces. Palabras y gestos, gestos y palabras, el simple manoseo las convierte en una mala copia, en un desquiciado ejercicio intelectual, en una disonancia. Después de vomitadas, escupidas, después de no caídas, la traducción las hace escarcha, imitaciones de una perdida versión original. Y se caen o no se caen, es imposible caerlas, la juiciosa precisión del verbo hace inútil la gambeta, la trampa no sirve ni siquiera como excusa.
Pero si se pudiera mover una llave, una palanca, alguna cosa que abriera la puerta como en el arroz con lecha para que las palabras y los gestos salieran a jugar, a hacerse añicos contra los otros gestos y las otras palabras encerradas en otros espaciosos miedos quién sabe, quién puede suponer a ciencia cierta, quién podría arriesgar un pronóstico, quién se atrevería.
Claro, no se pueden caer las palabras o los gestos, la simple sospecha de la voluntad, de la intención metida en el medio viola la juiciosa precisión del verbo y lo que es peor, deforma el original y deja una mala copia, mala como esta torpe traducción de tanto gesto y palabra amontonado, de tanto peso demasiado inútil que no se deja caer así nomás, que es necesario escupirlo aunque no sea el momento adecuado, aún a costa de transformarlo en imitaciones de una perdida versión original, en disonancias, en repetida trampa que ni siquiera sirve como excusa.
Pero si se pudiera…

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