La fábrica de dólares (03/10/2020)
Los títulos de los diarios se enfocan en la baja de retenciones y los análisis en si conseguirá o no el gobierno de Fernández los dólares que le hacen falta para recuperar la confianza en que no habrá una devaluación violenta, pero las medidas permiten también entrever alianzas y enfrentamientos al interior del empresariado del mundillo agroindustrial, alineamientos que pueden servir para entender cómo piensan el futuro los políticos que supimos conseguir y qué nos espera a los trabajadores.
La lectura cruda de las medidas no alcanza para comprender qué hay detrás. En general las variables económicas que ventilan los economistas, los tamaños de las retenciones, de los subsidios o de las tasas de interés, dificultan más que aclaran la comprensión de las cosas.
La economía es en verdad mucho más simple, se producen determinada cantidad de bienes y servicios y se reparten de modo que algunos se pueden quedar con un Mercedes Benz, otros con un Gol y otros tantos que seguirán con su carro, pero la jerga económica en vez de aclarar, oscurece la interpretación de por qué las cosas suceden así y no de otra manera.
Es como si fuera un lenguaje que sirve para la incomunicación.
Detrás de la sarasa
El ministro Guzmán trajo desde el pasado – desde los tiempos de Fidel Pintos, parece – el término sarasa, tan emparentado con sanata, con esto de hablar complicado no para que el otro entienda, sino para que no.
El funcionamiento económico del capitalismo ya es de por sí lo suficientemente complejo, no es que todos trabajamos y fabricamos cosas y se reparten esto para vos, esto para mí, sino que el reparto se hace en el mercado a través del mecanismo de precios, salarios, retenciones y subsidios. En este enredo entonces, habrá que intentar detectar quienes ganan y quienes pierden después de las nuevas medidas del gobierno.
Los analistas de los diarios no ayudan demasiado, porque muchos esconden las cartas y ponen cara de póquer para disimular que son parte, o por lo menos representantes, de los intereses en pugna. El diario La Nación remite a las dudas sobre quién gobierna y por eso Sergio Suppo escribe que “Fernández no puede negociar un acuerdo político con la oposición; es pecado en la casa que le prestaron”, aludiendo sin duda al supuesto préstamo de Cristina. Uno puede sospechar, con todo derecho, que el supuesto “acuerdo político con la oposición” cambiaría las medidas a favor del bloque burgués al que adhiere el diario La Nación y en contra del bloque burgués con el que acuerda Cristina.
Página 12, por su lado, pone el acento en la grieta del campo entre la Mesa de Enlace y el Consejo Agroindustrial Argentino, pero tampoco se mete en la diferencia de intereses entre los dos sectores, de modo que para Leandro Renou las diferencias son entre “entre un campo belicoso y otro negociador.”.
O sea apenas una cuestión de estilo.
La grieta campestre
Es cierto que hubo muy diferentes reacciones entre estos dos sectores a los que alude Renou. Mientras que el Consejo Agroindustrial Argentino cuya voz cantante es José Martins de la Bolsa de Cereales dijo que las medidas son “una aspirina en un paciente con fiebre”, pero lo mismo las consideró “un aliciente, una muestra del Gobierno a esta apertura al diálogo, a esta construcción público-privada”, para la Mesa de Enlace las medidas son insuficientes ya que “una baja circunstancial y temporal de unos puntos de retenciones no resuelven ninguna situación. De hecho, sólo beneficia a algunos actores, que en particular no somos los productores agropecuarios.”
En ese contrapunto asoma la diferencia que muestra que hay ganadores y perdedores en este nuevo reparto de ganancias en el mundo empresarial, un trasiego de dólares desde los que exportan directamente el grano hacia los sectores que agregan valor, los llamados sectores agroindustriales. O sea, algo así como una transferencia entre sectores empresarios ligados al “granero del mundo” hacia los ligados al “supermercado del mundo”, para usar esa formulación que inventara alguna vez Mauricio Macri.
Esta transferencia surge de que la baja de las retenciones es diferente para ambos grupos y encima para los que exportan productos agrícolas procesados, una parte de la baja sobrevivirá después de enero (para el poroto de soja bajará del 33 al 30% en octubre y después irá subiendo para volver a 33 en enero, pero para los subproductos de harina y aceite bajarán del 33 al 28% y llegarán sólo al 31% en enero y ahí se quedan).
Mariano Galíndez de Rosario 3, subraya que la diferencia en el nivel de retenciones ya existió antes hasta que el gobierno anterior la eliminó y que según los muchachos de Vicentín ellos perdieron 150 millones de dólares por culpa de esa medida de Mauricio Macri.
Paradojas de la grieta, Fernández es ahora quien les devuelve ese diferencial que en la práctica “se había convertido en una transferencia de renta a favor del industrial y en detrimento del productor agropecuario ya que los exportadores compraban la soja con el descuento de la retención de la exportación del poroto pese a que buena parte de la mercadería se procesaba y exportaba como harina y aceites pagando así una retención menor.”
En una nota de hoy sábado, Cristian Mira de La Nación alude también a las razones de esta grieta campestre: “el Gobierno parece haber ganado tiempo al haber sellado una alianza con la industria oleaginosa que asumirá el riesgo de adelantar el ingreso de divisas por entre US$ 2000 y US$3000 millones en los próximos meses a cambio de recuperar el beneficio del diferencial arancelario que había perdido hace dos años”, una transferencia de ingresos de la producción a la industria que llegaba a US$500 millones cuando era de tres puntos.
La máquina de imprimir verdes
El representante de este sector de empresas parece ser este Consejo Agroindustrial que presentó a ambos lados de la grieta política, un plan llamado “Estrategia de Reactivación Agroindustrial Exportadora Inclusiva, Sustentable y Federal. Plan 2020-2030” que se plantea “conformar una Mesa Nacional Exportadora con diversas áreas del Gobierno Nacional; elaborar propuestas sectoriales de crecimiento sustentable de producción y exportación con mayor valor agregado y definir los mercados estratégicos a exportar; y proveer un Proyecto de Ley de Desarrollo Agroindustrial Exportador, con inclusión social y federal, que contemple una estabilidad fiscal y financiera de 10 años.”
No está claro qué medidas incluirá esta “estabilidad fiscal y financiera”, ni a qué nivel de dólar y retenciones se imaginan esa estabilidad, pero está claro que el plan – tal como lo asegura un escrito del periodista Darío Aranda que circula en internet – intensificará el modelo extractivo y contaminante de destrucción de bosques, de transgénicos y de agrotóxicos en su versión vegetal y de granjas modelo chino en su versión animal.
Lo que sí es claro, es que la promesa del “valor agregado” y de la “creación de puestos de trabajo” que ventila este sector agroindustrial, no cambiará el perfil extractivista que se vislumbra para Argentina. El campo seguirá siendo pensado como una fábrica de dólares para pagar deuda y para garantizar ganancias gigantescas al empresariado y no como una fábrica de comida para un país que ha mostrado cifras record de pobreza y de indigencia.
Ligado a este plan de acción propuesto por un importante sector del empresariado que nos pretende convertir en el supermercado argentino de los chinos, aparece otra medida que no es menor y que habrá que analizar: es la que ofrece la posibilidad de comerciar con yuanes, o sea abrir el juego para que las compras y las ventas a China se hagan usando la moneda china. El reemplazo de la moneda norteamericana como moneda oficial del intercambio exterior tiene una gran importancia que habrá que ver cómo se desarrolla en el futuro.
Conviene no olvidar que no son pocas compras y ventas de las que se está hablando: en abril de este año China ya sobrepasó a Brasil como primer socio de la Argentina con un 11,7% de las ventas totales y con un 14,1% de las importaciones.
¿Y la devaluación?
El objetivo declarado de estas medidas es el de evitar que se terminen los dólares en el Banco Central, haciendo más atractiva la liquidación de los verdes de la exportación, o sea tentar a los exportadores a que vendan y a que acepten los pesos que les dan. Por eso también aparecen las opciones de guardar la plata en pesos, pero con un retorno ligado al valor del dólar, una especie de seguro contra la devaluación.
Es evidente que una brusca devaluación impactaría brutalmente en la estructura de precios destruyendo aún más los salarios, por lo que el objetivo aparece como razonable. Sin embargo, ese objetivo ni siquiera se cumple.
Por empezar la baja de retenciones a las exportaciones impacta por diversos mecanismos indirectos en los precios internos de los alimentos pero, más allá de eso, lo cierto es que el proceso devaluatorio ya empezó, el dólar ya está subiendo más rápido que antes.
Basta observar que el BCRA ya anunció que abrirá a 77.10 este lunes que viene, o sea que en sólo tres días habrá subido un 2,8%, más que lo que había subido durante todo el mes de setiembre.
Excelente artículo. Desentraña el intento de los comunicadores al servicio del establishment de confundir al lector/oyente con mucha información para esconder que número más número menos el objetivo es seguir haciendo lo que vienen haciendo desde hace décadas: economía abierta y extractiva, sueldos bajos en dólares, sacar los dólares del país. A veces -según gobiernen unos u otros- los discursos son expuestos y lineales, otras, son travestidos y enmascarados (“es como si fuera un lenguaje que sirve para la incomunicación” dice Espinaco en su artículo).