Todos los caminos conducen al sueldo (31/03/2020)
Está claro que la pandemia de Covid-19 golpeará fuertemente a la economía argentina. Por si hacía falta, la discusión ha sido puesta en primer plano después del último forcejeo alrededor de si seguir o no con el llamado aislamiento obligatorio.
De ahora en más, será al coronavirus al que se le echará la culpa de todo, aunque habrá que hacer justicia: la economía capitalista mundial en general y la Argentina en particular estaban preparadas para un año complicado.
El mundo no se ha recuperado, ni mucho menos, de la crisis de las hipotecas subprime del 2008. Un informe del Banco Mundial publicado en enero, anticipaba “un ligero repunte si todo va bien” aunque seguía caracterizando la situación como de “crecimiento lento”. Encima, ni siquiera podían sostener su limitado optimismo porque ese ligero repunte podría verse alterado por “una nueva escalada de conflictos en las relaciones comerciales” o por una desaceleración mayor a la esperada de las principales economías como China, Estados Unidos o la zona del euro.
En Argentina ni hablar: con una situación económica desquiciada con altas tasas de inflación, el default de la deuda a la vuelta de la esquina y con imposibilidades de acceder al crédito con un riesgo país alrededor de los 2000 puntos, podía bien definirse ya – antes del virus – como una economía en la cuerda floja.
Pero ahora todo eso ha dado un salto y es inevitable que a al coronavirus se le eche la culpa de todo. En el mundo, el Banco Mundial ya habla de que podría ser que el crecimiento esperado “se ralentice al 2,1% en 2020, y a una contracción del 0,5% en el peor de los escenarios”. Por eso otros economistas hablan con menos pelos en la lengua posibilidades de recesión mundial.
Aquí en los suburbios del mundo del capital, 2019 ya fue negativo con el 2.1% y el FMI esperaba que la caída del 2020 fuera sólo del 1.3%. Hace un ratito, Clarín nos contaba que The Economist pronostica para Argentina una caída del 6.7%. Demasiado si a eso se le suma que el crédito está muchos más lejos con una tasa influida por un riesgo país de casi 4000 puntos básicos.
Un enemigo a la altura del conflicto
El presidente Alberto Fernández se ha mantenido enfocado en llevar tranquilidad sobre las medidas sanitarias que se vienen aplicando, pero lógicamente no ha podido evitar menciones sobre la economía en cada uno de los discursos y, en todas ellas, se manifestó preocupado por los empresarios de las Pymes y por los sectores más marginados de la sociedad.
Sus críticas apuntaron siempre a blancos de otros universos: el que quiso violar la cuarentena y le pegó al guardia de seguridad primero, el surfer que se fue a Ostende al que llamó idiota después y por último, ayer nomás, a los miserables que despiden, alusión que todos entendieron como si hubiera venido subtitulada.
La noticia había sido Techint Construcciones, empresa que según nos informó el Diputado santafesino Carlos Delfrade, facturó durante el año 2019 “362.283 pesos por minuto”. Los diarios nos habían contado que despedían a 1450 trabajadores porque sus proyectos de construcción estaban paralizados.
La empresa respondió por medio de Carlos Bacher, su presidente, que “sería conveniente en este momento que como estos proyectos están suspendidos, que la gente cobre el fondo de desempleo acumulado a lo largo de los meses que venían trabajando”. O sea que se la arreglen mientras puedan y ellos verán en el futuro si vuelven a contratarlos y a cuantos.
Sin embargo habrá que hacer un esfuerzo para que el árbol de Techint no nos tape el bosque. Un informe de la consultora Analytica citado por el diario La Nación explica que alrededor del 64% de los aproximadamente 19 millones de trabajadores argentinos están en riesgo de perder sus empleos. Obviamente cuando esto lo dice el diario La Nación – diario de los empresarios – esto nos suena a proyecto. O quizás a amenaza.
Mientras tanto, el presidente argentino no ha ido todavía más allá de sus epítetos y así las amenazas empresariales toman cuerpo: “la pregunta de cómo pagar los sueldos de abril se transformó hacia fines del primer tramo del aislamiento en la posibilidad de que peligren las fuentes de trabajo. (..) los pedidos de los empresarios consultados por La Nación son financiamiento barato, alivio fiscal y mayor dirección del Estado y de la dirigencia sindical para sobrellevar un momento excepcional.”
La dirigencia sindical cegetista ya ha empezado a hacer su parte pidiendo la prohibición de despidos, pero solo de los despidos “por fuerza mayor” que autorizarían a las patronales a despedir con la mitad de la indemnización. O sea, lo que parece a primera vista una forma de impedir despidos se convertiría, paradójicamente, en una forma de autorizarlos si es que los patrones no piden rebaja en el precio de la indemnización.
Disparen contra el salario
Detrás de este nuevo miedo que ataca a los hogares trabajadores, aparecen – obviamente – los sueldos, porque todos sospechan ya que se asoma el viejo y conocido ataque global contra el salario.
El secretario general de la CGT, Héctor Daer, se cura en salud y explica que él tiene algunas víctimas para ofrecer en el ritual del ajuste capitalista: dijo que no descarta discutir que haya recortes salariales en las empresas. ¿Para qué serían los recortes? Si señor: para evitar despidos.
Sin embargo esto no va a ser el único mecanismo para atacar el salario. Algunos sectores desde más a la derecha han notado que este belicismo presidencial preocupa a toda la patronal, de modo que el pequeño empresario que tiene cinco o seis empleados se tiende a sentir más solidario con Paolo Rocca que con Alberto Fernández. Y como en política nadie desperdicia estas oportunidades, apareció la campaña que se bajen el sueldo los políticos.
Más allá de que no estaría de más que muchos de los que “trabajan” de políticos y los que “trabajan” de cortesanos alrededor del poder – asesores y punteros de lujo – se bajen los sueldos, la verdad es que la baja del gasto estatal que resultaría de eso no sería demasiado importante. Lo que entusiasma a muchos es que les permite abrir una puerta hacia el bocado deseado: los sueldos de los empleados estatales.
Desde Córdoba la Fundación Mediterránea ha descubierto que la mayor parte de las familias gastan menos que antes de la cuarentena, por lo que por “dos o tres meses”, los sueldos de funcionarios públicos, legisladores, jueces y empleados públicos en general, se paguen con pagadioses, perdón, con títulos públicos
Los empleados públicos también aparecen mencionados como al pasar por el gobernador mendocino Rodolfo Suarez: “He decidido que los funcionarios políticos del Gobierno de Mendoza cobrarán sus sueldos hasta la suma de pesos cincuenta mil en el mes de marzo”, escribió en Twitter y después invita “al Poder Legislativo y Judicial, y a funcionarios constitucionales, directores y gerentes de empresas del Estado, entes reguladores e inclusive a empleados públicos con altos sueldos”. No sabemos qué será altos sueldos para esta gente, porque cincuenta mil pesos es apenas un puchito más que la canasta familiar.
En declaraciones radiales, el ministro de Hacienda de esa provincia, Lisandro Nieri, explicó entusiasmado que con esa plata crearán un “fondo de unos $ 40 millones que se está designando a la compra de insumos para la emergencia sanitaria y a medidas tendientes a paliar la formidable crisis económica que esto va a traer aparejado”
Puede parecerte mucho, pero son unos 600.000 dólares, muchísimo menos que los 250 millones de dólares que se pagaron ayer por un vencimiento de intereses del Bono Par, y muchísimo menos todavía que los 500 millones que vencen el el 22 de abril, cómo ínfima parte de la famosa deuda externa.
Reorganizar la economía
Mientras todos estos planes contra el salario se tejen y se destejen, conviene no olvidarse de que seguirá operando sin detenerse el mecanismo “natural” de recorte de salarios que es la inflación. Paso a paso vamos pudiendo comprar cada vez menos mientras todos nos dicen hay que apechugar, hay que aguantar, lo que dijeron siempre, pero ahora con el refuerzo argumental de la crisis del virus.
Está claro que los trabajadores, más temprano que tarde, encontraremos la forma de defendernos más o menos de los ataques, pero está claro también que mientras la economía esté organizada alrededor de la ganancia de capital, mientras sean algunos señores como Paolo Rocca o los bonistas los que decidan qué se produce y para quién, la cosa no va a tener arreglo.
Habrá que ir pensando entonces nuevas formas de organización social que apunten una democracia de los productores y consumidores, algo como aquello que muchos han dado en llamar socialismo, aunque ahora esa palabra haya sido tan devaluada.
De lo contrario, seguiremos viviendo en un mundo en el que cuando miramos para atrás sólo atinamos a decir “pasaron cosas”, porque nos hemos acostumbrado a estar a merced de las explosiones de las burbujas especulativas, del clima de negocios que disfrutan otros, de las pandemias y de las catástrofes que nunca se prevén con tiempo, porque los que deciden las cosas en este mundo andan enfocados en la delicada tarea de ganar más plata.