Una discusión que atrasa
El mérito se ha convertido por estos días en materia de debate en la televisión, en la radio y en las redes.
Seguramente pasará como otra moda, como otro título que entretuvo por unos días el debate político, pero dejará su residuo en las conciencias. Por eso mejor no dejarlo pasar así nomás.
Lo primero que me provocó fue sorpresa. Lo escuché a Alberto Fernández decir en la tele eso de que “el más tonto de los ricos tiene más posibilidades que el más inteligente de los pobres” y enfrentar con esa perogrullada a la tan mentada meritocracia y no pude menos que pensar por un lado qué fácil es ser progresista en esta época y enseguida: cómo puede ser que esto se debata seriamente en pleno siglo XXI. Es como que alguien declarara muy serio que las cosas caen de arriba para abajo y algunos lo aplaudieran como a un genio y otros……….lo criticaran.
Qué gane el más mejor
En rigor de verdad, en la discusión se mezcla dos conceptos que sería mejor separar.
El mérito es para la Real Academia Española la acción o conducta que hace a una persona digna de premio o alabanza y también el derecho a recibir ese premio o esa alabanza. La meritocracia es en cambio algo así como el gobierno del mérito, un mecanismo social que haría que los más meritorios lleguen a presidentes o a gerentes….. o a millonarios. Las diferencias entre los conceptos saltan a la vista, pero los debatidores los mezclan, en muchos casos por desconocimiento y en otros tantos para hacer pasar gato por liebre.
Si prestás atención, verás que casi nadie ataca la frase sobre la igualdad de oportunidades – de hecho más bien la ignoran – y que todos apuntan derecho a la idea de mérito, una palabra con buena prensa. El jefe del Interbloque de Juntos por el Cambio en Diputados, Mario Negri, – por ejemplo – escribió que “condenar el mérito es condenar a la Argentina a la chatura” y que “no hay progreso sin la idea de mérito” y el ex presidente Macri le puso un “comparto” que lo eximió de repetir lo mismo.
¿Pero qué pasa con la igualdad de oportunidades? No es que el compartidor Mauricio Macri no tenga presente el problema de la desigualdad, alguna vez habló de “la terrible inequidad entre los que pueden ir a escuela privada y aquel que tiene que caer en la escuela pública”, frase recordada que desató tantas críticas. ¿Pero cómo se conjuga esa frase con la meritocracia? Fácil, no hablando de la meritocracia sino del mérito, un concepto tan abstracto, tan vago, que permite decir frases vacías como ésa de “no hay progreso sin la idea de mérito”.
Claro. No debería pasar desapercibido que el tweet de Mario Negri habla también de que descendemos de europeos y sintoniza con eso con los prejuicios de cierta clase media que se ve a sí misma como la que ascendió socialmente con el propio esfuerzo, en franca oposición a su visión racista de un grupo al que cataloga como “los negros”, gente que desde su punto de vista no tiene mérito alguno.
Pero no son más que excusas, trampas ideológicas para poder hacerse los distraídos sin sentir culpa, mecanismos sicológicos que usan muchos de los que están algo mejor en el reparto, gente que en el fondo sabe que no hay mérito que valga en la competencia si algunos son príncipes y otros son mendigos.
Dinastías
No hay duda de que la riqueza es hereditaria y que no es lo mismo nacer con estrella que nacer estrellado. Algunos pueden pensar que bueno, que si papá o mamá hicieron algo meritorio está bien que yo herede esa mejor posición, pero eso se vuelve obsceno cuando dejamos de hablar de un par de casas o de una pequeña fortuna hecha con el sudor de la frente y pasamos a hablar de riquezas delirantes. No hay mérito posible que justifique que los diez más ricos de Argentina – por ejemplo – hayan juntado casi cincuenta mil millones de dólares, una suma que nadie puede hacer trabajando, por más meritorio que lo suyo sea.
Ya hace mucho un sociólogo llamado Émile Durkheim había planteado que la herencia constituye un gran obstáculo para la existencia de relaciones justas en las sociedades modernas. Durkeim – que no era anticapitalista ni mucho menos y que lleva muerto desde 1917 – veía la herencia como una fuente fundamental de desigualdad social. Pero obviamente, no es la única fuente de desigualdad social.
El acceso a una buena alimentación en la infancia, la educación, el medio donde la persona se desarrolla e incluso las relaciones sociales con las que se llega al mundo del trabajo, condicionan todo. Incluso no es necesario exagerar las diferencias y llevarlas a los límites – un niño en un country y un niño en una villa marginal – porque hasta en el caso de dos jóvenes de medios sociales similares que se reciben de médicos, ellos no tendrán las mismas oportunidades si el padre de uno de ellos es médico y el padre del otro no, ni siquiera ahí jugará sólo el mérito.
Y hablando de esas herencias digamos, no económicas, en un programa recientemente emitido por Radio Mitre y a raíz de este tema de la meritocracia, debatían Santiago Kovadloff, Jorge Fernández Díaz, Miguel Wiñazki y Jorge Sigal y el conductor Fernández Díaz aludió al tema de las dinastías políticas y Miguel Wiñazki se acordó con acierto de Cristina Kirchner y de su hijo Máximo y muy suelto de cuerpo, dijo: “tenés a la señora en la Cámara Alta y al hijo en la Cámara Baja. ¿Y cuál es el mérito del hijo?”
Seguramente ni siquiera notó que su propio hijo – Nicolás Wiñazki – es periodista igual que él: ¿cuál habrá sido su mérito?