Tan lejos como la gripe española

Dicen que el día del trabajador solía ser un símbolo de la lucha anticapitalista.

Debe ser verdad, porque si uno busca en internet se encuentra con que Lenin decía en 1904 que “los obreros de todos los países conmemoran su despertar a una vida con conciencia de clase y aseguraba que “dos mundos se alzan frente a frente en esta grandiosa lucha: el mundo del capital y el del trabajo, el mundo de la explotación y la esclavitud, y el de la fraternidad y la libertad”. 

Rosa Luxemburgo escribía unos años después que “mientras continúe la lucha de los obreros contra la burguesía y la clase dominante, mientras todas las exigencias no hayan sido satisfechas, el 1º de mayo continuará siendo la manifestación anual de esos reclamos.”, y Trotsky planteaba que debía convertirse “en el día del ataque, en el día de la revolución proletaria en toda Europa”, lo que por aquellos tiempos casi significaba decir “en todo el mundo”. 

Después de eso pasaron años de historia y aquellos días quedaron tan lejos como la gripe española, sin embargo, el capitalismo siguió existiendo y masificando su biblia que podría simplificarse diciendo que lo más importante en la vida es llenarse de plata para vivir del trabajo de los otros como si fueras un moderno rey o un renovado príncipe.  Uno puede llenarse de plata de muchas formas: algunos poquitos jugando como Maradona, otros algunos con una idea genial, los más robando masivamente con alguna eficiencia y disimulo siendo dueños de un banco – por ejemplo –  o de una empresa que hace la diferencia en el mercado en el que los precios y los salarios luchan su lucha siempre desigual.

Pero esta declaración de principios del mundo del capital,  que ha sido disfrazada con diversos nombres a lo largo del tiempo – “emprendedores” “meritocracia” “éxito comercial”- no se sostiene en la nada: flota sobre un poder material verdaderamente impresionante.

Vendedores de humo

“Yo solo quiero pegar en la radio, para ganar mi primer millón” dice una simpática canción que por cierto sonó bastante en la radio, y la sola posibilidad de que haya sido escrita y difundida dice mucho sobre el mundo tal cual es.  Explica por ejemplo la ideología que llevan puesta cotidianamente los trabajadores, explica por qué – en Argentina, para hablar de lo que más conocemos – hay trabajadores macristas que reducen su pensamiento a que “todo es culpa del peronismo” y votan a un señor millonario con el que no tienen nada que ver, o por qué hay trabajadores libertarios que cantan loas a la “iniciativa privada” que ha convertido al mundo en esto, o por qué hay trabajadores peronistas que piensan que con un líder copado que limite más o menos el poder del “poder real” alcanza, que no hace falta que los trabajadores construyan otro poder real y que entonces – para no molestar a ese “poder real” – aceptan un mezquino programa de distribución de la pobreza, mientras los ricos siguen siendo igual o más ricos que antes.

Pero estas “ideas” – te decía – se apoyan en un mundo material en el que son millones los empresarios, accionistas, rentistas, sojeros, gerentes, escribanos, financistas, banqueros, políticos, sindicalistas, funcionarios,  y tantos otros que viven bien a expensas del trabajo de los otros, unos quedándose con la parte del león, otros comiendo de los restos de la mesa del Señor, pero todos firmes organizadores y sostenedores de las instituciones que mantienen al mundo del capital funcionando y vendiendo el humo de su ideología, porque es lo que les conviene.

El primero de mayo – dicen, te contaba – sabía ser un símbolo de la lucha anticapitalista, de la lucha contra este estado de cosas contra el que millones luchan en forma dispersa – luchas salariales, raciales, feministas, nacionales, por los derechos humanos – sin encontrar claramente un norte común, porque la idea de que puede terminarse con el capitalismo fue devaluándose al paso de los años y – entonces – el primero de mayo dejó de ser lo que había sido

Es posible que hagan falta otros símbolos para otras formas de encarar la misma lucha.  Puede ser.   

Puede que hoy no haya que pedirle tanto al primero de mayo, a lo mejor nada más que sea un símbolo de que hace falta – urgentemente – inventar nuevos símbolos.

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