Los privilegios del mayordomo (25/02/2021)

Este tema del vacunatorio vip da para hablar de muchas cosas.

Se podría hablar por ejemplo de un personaje como Horacio Verbistky, que como se la pasó haciendo operaciones hoy nadie le cree que nada más se le haya ido un poco la lengua, o de cómo una noticia que ya era – porque ya en la semana anterior se había hablado del Diputado Vázquez, otro vacunado vip que pasó sin tanto escándalo – se convierte de pronto en La Noticia, o de cómo una vacuna que era veneno deviene inesperadamente en una joya disputada que se le adelanta de onda a los amigos.  Incluso podría especularse si la caída de Gines es el pase de facturas de unos empresarios de la industria farmacéutica contra otros, un reacomodamiento del poder de lobby de cada cual para hacer mas y mejores negocios a expensas del Estado.

Se puede hablar de todo eso y de mucho más pero no, en esta nota voy a hablar solamente de los privilegios, de las fantasías que se crean en el mundo del capital sobre la igualdad de oportunidades y de cómo algunos consiguen.  Y otros no.

El precio de la vida

Cuando se habla de privilegios, los que ocurren en el ámbito de la salud son posiblemente los que resultan más irritantes.  Es que en este “mercado” se trafica nada menos que tiempo de vida que no está al alcance de todos los bolsillos, entonces lo que se decide es si se muere o si se sobrevive.

Los que vieron la muy buena serie Breaking Bad, se acordarán de que una de las razones por la que Walter White entró al mundo de la producción de drogas en el que vivió sus peripecias, fue la aparición de un cáncer de pulmón que  lo obligó a hacerse una quimioterapia muy costosa que él – profesor universitario de química – no podría afrontar sin pedirle a su ex amigo Elliot, devenido en empresario millonario.  Pero esta historia de ficción que se vio tan verosímil en la rica Norteamérica, puede completarse con muchos ejemplos de la real realidad de cada día.

El precio de los medicamentos en general, el uso de drogas oncológicas que resultan inalcanzables para la mayoría de la población del planeta, las dietas sanas que evitan enfermedades y que son carísimas……los ejemplos  que demuestran que la supervivencia tiene un alto precio que sólo algunos privilegiados pueden pagar, sobran.

Sin ir más lejos, la distribución mundial de las vacunas que los laboratorios van produciendo y vendiendo por estos días ha sido tan desigual, que hoy se estima que cerca del 90% de las habitantes en casi 70 países de bajos ingresos tendrán muy pocas posibilidades de vacunarse contra el covid-19 en 2021, mientras que otros países como Canadá, ya han comprado suficientes dosis para vacunar cinco veces a su población.

Y dentro de esa mayoría de países que no logran una rápida provisión – como el nuestro – también encontramos hay algunos que sí y otros que no:  los que tienen plata suficiente han podido experimentar el ahora bautizado “turismo de vacunas”, especialmente en Miami, pero las formas del privilegio ya toman dimensiones de negocio importante, al punto que en diciembre una agencia de viajes india impulsó el primer “paquete de vacuna Covid-19” que consistía en un viaje de cuatro días desde Mumbai a la ciudad de Nueva York, con una vacuna contra el coronavirus incluida, por alrededor de 2.000 dólares.

Es evidente que los privilegios los da – antes que nada – la disponibilidad de dinero, y que son entonces los que tienen plata los que pueden pagar el precio de la vida.

Mayordomos y Gerentes.

Sin embargo ese privilegio de los ricos está muy naturalizado, es como que no escandaliza demasiado, es como que se lo merecieran porque hicieron la plata trabajando – dicen – como que los pobres no trabajaran tanto o más,  como que no fuera apenas la suerte lo que hizo que siempre la taba les cayera del lado del culo y que tuvieran que quedarse con las penas mientras las vaquitas siguen siendo ajenas.

Sea como sea, el vacunatorio paralelo de la Argentina, la lista vip de los que conseguían la vacuna por ser amigos del poder y que terminó haciendo rodar la cabeza del Ministro de Salud puso en el tapete este otro privilegio quizá no tan voluminoso como el otro, pero igual de escandaloso e injusto. 

Hay que ver que los millonarios no pueden arreglárselas solos.  Necesitan de toda una camada de sirvientes que se agrupan en las instituciones de la república, en los ministerios, en los cuarteles y en variadas organizaciones, un montón de gente que garantiza el clima en el que pueden seguir siendo ricos a expensas del trabajo ajeno, sin que se les alboroten los que trabajan para crear la riqueza.

Toda esa tropa de políticos, funcionarios, burócratas de todo pelaje, gendarmes, sindicalistas amigos, charlatanes de los medios de difusión, toda esa capa de gerentes que les cuida el negocio a los empresarios y que por eso tienen buenos sueldos, y que están lo suficientemente cerca de la caja como para que haya de vez en cuando algún me llevo, toda esa capa de mayordomos que son sus mejores sirvientes, sí señor, claro que sí, y que consiguen con su incomparable obsecuencia quedarse con las mejores sobras del Señor, son los que tanto critican los vástagos de Milei, la “clase política”, le dicen. Claro que siempre los muchachos libertarios se olvidan de explicar que tan necesarios resultan para mantener el orden en el que se fabrican las ganancias con el laburo de los otros.

Antes de hablar de nuestros gerentes y mayordomos privilegiados, es bueno recordar una frase de León Trotsky sobre los políticos de la Rusia del estalinismo, porque viene al caso: “la autoridad burocrática tiene como base la pobreza de artículos de consumo y la lucha de todos contra todos que de allí resulta. Cuando hay bastantes mercancías en el almacén, los parroquianos pueden llegar en cualquier momento; cuando hay pocas mercancías, tienen que hacer cola en la puerta. Tan pronto como la cola es demasiado larga se impone la presencia de un agente de policía que mantenga el orden. Tal es el punto de partida de la burocracia soviética. “Sabe” a quién hay que dar y quién debe esperar”.

La capa burocrática de los estados capitalistas no puede compararse tan directamente con la del estado soviético, antes que nada porque los burócratas de la vieja Rusia no podían aspirar a ser dueños de las empresas y tuvieron que esperar hasta que cayera el régimen para allí convertirse sin tapujos en la nueva burguesía rusa a la que muchos llaman – sin eufemismos – “la mafia rusa”.  Los burócratas de nuestra burguesía sí pueden acumular bienes y convertirse también ellos en grandes burgueses, y bien que lo hacen.

Así, pueden hacerse dueños de hoteles o de tierras o de acciones o de empresas enteras o de fondos en el exterior.  Incluso pueden enriquecer a algunos amigos para que salgan de pobres como se ha visto en la dictadura con las empresas de Macri, o durante el menemismo con los Esquenazi o en el macrismo con los Caputo o en el kirchnerismo con los Báez.  Pero la lista seguro puede continuarse, aunque creo que no hace falta.

Aunque entre la burocracia de la que hablaba León Trotsky y esta burocracia del mundo del capital no quepa poner un signo igual, sí se parecen en que en el reino de la escasez, ellos ofician de “agente de policía” que mantiene el orden de la cola.  Y en que obviamente saben bien cuáles son los amigos a quienes hay que dar y a quienes “hay que hacer esperar”.

La lista de los vacunados vip – que incluye por ejemplo a todo el clan Duhalde, hijas y secretario privado incluidos – es otra muestra más de los privilegios del mundo del capital, que premia no solo a sus propietarios, sino también a sus gerentes. 

Y a sus mayordomos.

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