Ponzi, Caputo y la puerta 12
Hace no mucho tiempo, se volvió a hablar en la tele de los esquemas Ponzi, Esta vez, el detonante fue la situación creada en la ciudad de San Pedro por la empresa Rainbowex y por su “asesora”, conocida como la China.
Del plan económico de Caputo y de Milei se habla todo el tiempo. Cada día puede leerse al presidente en Twitter festejando el veranito financiero que, según él, muestra que su plan está yendo viento en popa.
De la puerta 12 ya no se habla casi nada porque es historia antigua, pero aquí sirve como metáfora para explicar lo que sucede cuando los engañados se dan cuenta de que fueron engañados y quieren irse todos por la misma puerta, y ahí es cuando se dan cuenta de que siguieron a asesores que juegan aquel viejo juego de magia que se termina cuando el mago mira al público y dice nada por acá, nada por allá.
Las estafas Ponzi
Wikipedia insiste en hacer una diferencia entre un esquema Ponzi, un esquema piramidal y una burbuja, pero ya vas a ver que son bastante más parecidos que lo que a primera vista se ve.
Digamos primero que Charles Ponzi fue un inmigrante italiano que en 1920 estafó en Boston a miles de personas haciéndoles creer que él invertía la plata en un negocio fabuloso que les daría ganancias alucinantes. “Todo Boston se enriquece rápidamente con Charles Ponzi, el creador de fortunas, un moderno Rey Midas […] préstale tu dinero, de 50 a 50.000 dólares, y en noventa días te devuelve el doble de lo que le diste. Lo ha estado haciendo durante ocho meses y todavía lo está haciendo” contaba el diario The Evening Post de Nueva York por esos días (citado por National Geographic ).
En realidad, él tipo no invertía en nada. Cuando lo descubrieron ya había estafado 20 millones de dólares y mientras tanto pagó intereses: lo fue haciendo con lo aportado por los nuevos incautos que se sumaban a oleadas. Hasta que se terminaron.
Los esquemas piramidales son justamente eso, un sistema en el que para que cobre uno necesitás dos, para que cobren dos necesitás cuatro y así a cada paso, hay que duplicar (o quizás triplicar o cuadruplicar) los participantes para poder seguir pagando los intereses y mantener la ficción. Acá hay una muestra de cómo se llega rápidamente a números imposibles:
Así es como encuentran su límite los esquemas piramidales. Necesitarían – para eternizarse – conseguir incautos de otros planetas, porque fíjate que en nuestro esquema de duplicaciones, llegamos ya en el paso 44 a superar la población mundial.
Las burbujas financieras no son tan diferentes a eso, aunque funcionan en mercados abiertos, que no se construyen convenciendo de a uno. Todos compran porque sube y entonces sigue subiendo y los que compraron primero ganan y los que van entrando siguen ganando mientras aparecen otros que compran porque ven que sube. En algún momento los posibles compradores se terminan y la burbuja se pincha.
Te decía al principio que, para Wikipedia, un esquema Ponzi es diferente a los esquemas piramidales y a las burbujas porque necesita siempre de un Ponzi – o de una China – o sea de un maquinador que es el que recluta participantes adicionales para que la ficción dure.
Sin embargo, yo no estoy tan seguro de que haya pirámides que funcionen solas, sin que nadie las organice, ni de que haya burbujas que no tengan impulsores que venden el humo necesario para que se inflen como dios manda.
Con este último concepto, vayamos al plan de Milei y de Caputo.
El mito del peso fuerte y una trampa contable
Primero Milei dijo que iba a dolarizar, pero después no, después explicó que la clave era fortalecer el peso, para lo cual manoteó parte de los dólares que los exportadores le venden al Banco Central al precio oficial y los revendió en el mercado financiero.
El objetivo declarado era “esterilizar” pesos y de ese modo “acelerar el proceso de desinflación” que ya se sabe que para Milei es estrictamente una función directa de los pesos en circulación.
En realidad, el argumento dice la mitad de la verdad – o sea miente – porque se trata de la misma vieja historia del BCRA aportando dólares baratos para mantener el precio planchado, pero ahora el asunto se disfraza con esta explicación de que la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario, que se repite hasta el aburrimiento en la biblia austriaca.
La cuestión es que cada dos por tres se lee en Twitter o se ve en la tele una felicitación de Milei a su ministro Caputo, que bajó la inflación al costo de una recesión que todavía no termina y que logró mantener el dólar blue en precios muy bajos. Los costos de esta política para la vida cotidiana de los argentinos no tienen ninguna relevancia a efectos de este análisis financiero (el mundo financiero se desentiende normalmente del hambre que provoca). Lo mismo, los sistemas Ponzi funcionan con los que todavía tienen algo para robarles, aunque cuando afectan a todo un país, después todos vamos a pagar el pato.
Lo que sí es relevante para esta nota, es el hecho de que la burbuja hoy es el peso. Si, aunque parezca extraño, la burbuja hoy es el peso.
¿Por qué el peso? Porque el valor del dólar no se mueve, entonces las tasas de interés que se consiguen en pesos son en verdad tasas en dólares, es la vieja bicicleta financiera – carry trade, le dicen – en la que vendés tus dólares y compras pesos, le sacás un cuatro por ciento en un mes, vendés los pesos y compras dólares incrementados en un cuatro por ciento mensual, una rentabilidad delirante, un verdadero bocato di cardinale.
Por supuesto que en el mercado de dólares se venden tantos dólares como los que se compran – siempre es así – o sea que hay que suponer que lo que está sucediendo es que van apareciendo nuevos vendedores de dólares – con la ayudita mencionada del BCRA – que vienen a ser los nuevos incautos que permiten que los que se subieron a la bicicleta se puedan bajar a buen precio, vendiendo sus pesos incrementados y pasándose de nuevo a dólares.
Por cierto, que en los mercados intervienen muchos elementos más, hay muchos sectores de clase media que necesitan pesos para consumir y tienen que liquidar sus ahorros y está también el tema del blanqueo, aunque eso es sólo por ahora, porque es un hecho puntual que se termina en poco tiempo (y no es tampoco demasiado: de los 277.003 millones en billetes verdes declarados por los argentinos en colchones, cuentas en el exterior y cajas de seguridad que se hayan depositado en los bancos 20.000 millones no parece gran cosa)
Pero más allá de todos esos otros factores que pueden incidir en el mercado, lo central de la burbuja, lo que mantiene el dólar barato – o el peso caro – es la bicicleta financiera que, hasta mediados de octubre, “dejó jugosas ganancias del 31,8% en dólares, según cálculos del economista Nery Persichini” (Diario Ámbito)
Obviamente la burbuja no funciona sola, necesita de un cuentito que la sostenga.
Y el cuentito que embellece el peso es el hecho de la mentada eliminación del superávit fiscal, pero ¿es eso cierto? ¿Cómo bajó tanto el gasto público? ¿Cómo logró este descenso el gobierno de Milei? ¿Tanto podó la motosierra a jubilados, a empleados estatales? ¿Tanto recortó de obra pública?
La verdad es que no, la verdad es que la mayor parte del recorte del déficit fiscal corresponde al interés que pagaba el BCRA a los llamados pasivos remunerados, esa gran bola que se fue juntando por el excedente de pesos en el sistema, la parte de atrás de los ahorros que tienen los que mantienen ahorros en pesos.
La inteligencia artificial de Google nos cuenta que “el devengamiento de intereses sobre los pasivos remunerados del BCRA se redujo de $ 5,4 billones mensuales en noviembre 2023 a precios de junio 2024 (equivalente al 32% de la base monetaria) a apenas $ 0,6 billones mensuales en junio 2024”. Los pasivos remunerados son las vulgarmente conocidas Leliqs.
¿Pero qué pasó? ¿Desapareció esa deuda? ¿Se esfumó?
No, de ningún modo. La deuda sigue estando, pero todos estos intereses que se contabilizaban como gastos simplemente dejaron de contabilizarse, no es que no se sigan generando, es que dejaron de contabilizarse.
Esa trampa contable es el centro del verso del superávit fiscal, el humo que se vende para que la burbuja sobreviva.
Acá el propio BCRA nos cuenta el pase de magia que hace desaparecer los intereses del déficit: “El 20 de mayo un traspaso inicial de $8,6 billones de pases pasivos del BCRA hacia LECAPs del Tesoro (….) el 17 de julio el Tesoro emitió letras fiscales de liquidez (LEFI) a 1 año de plazo por $20 billones (…) El BCRA dispuso eliminar la ventana de pases pasivos a partir del 22 de julio, completando así un proceso de reducción de sus pasivos remunerados desde $52 billones en noviembre de 2023 (a precios constantes de junio de 2024) hasta eliminarlos por completo en julio 2024.”
O sea que la deuda no desapareció, se convirtió en bonos (LEFI, Lecaps, etc) que capitalizan los intereses y entonces no se contabilizan y listo.
Una nota del diario Ámbito lo explica así: “Las LeFi capitalizan los intereses, por lo tanto, el stock total irá creciendo el ritmo de la tasa de interés que defina el BCRA (Tasa de Política Monetaria). El objetivo de esto es evitar que el devengamiento de intereses impacte sobre el resultado fiscal. Al capitalizarse, impacta directamente sobre el stock de deuda sin afectar el resultado base caja.” (las negritas son mías)
¿Complicado? Te prometo que estos van a ser los últimos números que pongo porque sé que abruman, pero hacen falta para entender a qué me refiero con el verso del superávit que no es: “En agosto el Sector Público Nacional volvió a registrar superávit financiero, por $ 3.531 millones” nos dice argentina.gob.ar, mientras que el diario La Nación completa la noticia diciéndonos que “El déficit financiero “postergado” por la estrategia del Gobierno de emitir buena parte de la deuda en pesos renovada con Letras del Tesoro que no pagan el interés que rinden sino que lo van capitalizando (Lecap) prácticamente se duplicó en los últimos dos meses y ya supera cómodamente el billón de pesos por mes”
Hacé la cuenta vos: 3.531 millones menos un millón de millones: ese es el verdadero déficit fiscal que no te muestran.
Una puerta 12 financiera
La puerta 12 del Monumental de Núñez ganó su triste fama histórica el 23 de junio de 1968.
Habían jugado River y Boca y el 0 a 0 mantuvo a la gente expectante hasta el final.
No se sabe bien qué fue lo que pasó en esa puerta 12. Algunos hablan de que la puerta no se abrió o no se abrió del todo, otros de que algunos pasamanos que habían sido usados en el ingreso no habían sido removidos, otros de la policía reprimiendo, lo cierto es que muchos quisieron pasar por un espacio en el qué no cabían todos y fue una masacre que dejó en el acto 71 muertos y unos 200 heridos, aunque al día de hoy hay quienes dicen que los que siguieron muriendo en los días siguientes, hicieron llegar el número de muertes a más de 85.
Esta historia lejana viene a cuento de lo que puede esperarse del fin de las burbujas, o sea en el momento en que se acaban los incautos y todos quieren salir apresurados por una puerta en la que todos no caben, en este caso la puerta del peso caro. O del dólar barato, que es decir lo mismo.
Estoy seguro de que cuando uso esta metáfora quizás algo exagerada para hablar de cuestiones financieras, muchos argentinos entenderán rápidamente qué sucede porque ya pasó antes tantas veces, tantas otras veces en las que se acuñaron frases célebres como aquella de les hablamos con el corazón y nos responden con el bolsillo, o el que apuesta al dólar pierde, o ya vienen, ya llegan los brotes verdes.
Yo sé que hay muchos economistas – empezando por los que aplauden al Gobierno – que creen que esta vez no, que ahora ha cambiado el paradigma y que como los sectores populares se dejan robar sin oponer tanta resistencia porque están ilusionados, esta vez va a ser distinto, que hay que ver si gana Trump y manda plata o si no gana Trump y algún otro manda plata, que puede ser que haya un nuevo boom de los commodities que esta vez no será soja sino tal vez litio o Vaca Muerta, que si llueven dólares con el Rigi…..
Yo creo que más allá de todo eso, una burbuja es siempre una burbuja. Y que esta burbuja se parece muchísimo a los esquemas del viejo Ponzi.