El único nombre
Oficinista de la muerte, me dijo una vez, y yo ¿qué iba a hacer? ¿me iba a agarrar a trompadas con el esposo de Mabel? Así que me quedé callado y me fui alejando despacito.
Miguel Espinaco – Cosas para leer
Cuentos, poesías, escritos breves y demases
Oficinista de la muerte, me dijo una vez, y yo ¿qué iba a hacer? ¿me iba a agarrar a trompadas con el esposo de Mabel? Así que me quedé callado y me fui alejando despacito.
Ni siquiera sé si realmente pasó o si fue una mentira que alguien nos contó o que inventamos, pero nosotros nos entusiasmamos con el payaso cantor que tenía una novia y que cantaban juntos.
Yo lo relojeo a ver si se estaba riendo y supongo que el Ciego se refiere a eso que repiten los forenses, eso de que los cadáveres te dan pistas. Pero no.
La señora china era lo más importante de la amistad de los tres amigos que nunca tuvieron un desacuerdo para concertar las noches de visita en las que iba cada quien.
La verdad es que cada vez más me cuesta pensarla tirada en la calle, desarticulada como una muñeca sobre el blanco y el gris de la senda peatonal o respirando el último aire en la soledad de la terapia intensiva, abandonada y sola.
A lo mejor la historia no empezó hasta ese momento en que terminó. A lo mejor fue ahí, en su desenlace, en ese exiguo momento de confusión y de balazos, cuando tuvo sentido preguntarse los por qué y los cómo.
Las cosas serán así -yo se lo digo y usted tiene que creerlo- y Cupido habrá sido reemplazado y su flecha será guiada por un chip y la felicidad será producida en serie en fábricas asépticas y amantes ideales esculpidos por computadoras de refulgentes lucecitas.
No le pareció para nada que lo esperara. La confusión y el desconcierto le parecieron tan reales como el que había sentido él mismo la tarde anterior, cuando había escuchado su voz en el teléfono saludándolo como si tal cosa.
Quien se haya detenido con el suficiente tiempo y la necesaria paciencia a mirar y mirar un triángulo, ya habrá descubierto esa inevitable tendencia a mudar de forma, a cambiar lenta pero rigurosamente la tensión de los ángulos y por ende la dimensión de los lados opuestos.
En la ruta uno nunca tiene problemas, es cuestión de seguir y seguir, pero después le aparece una curva como a mí y entonces es un problemón porque uno anda adormecido, aburrido, y parece que viene manejando el auto pero no.